sábado, 15 de junio de 2013

Pretención y otros pecados


No hay mejor lección que la aprendida por alguien que pretende ser escritor al darse cuenta que no lo es. Cuando se hace, suele ser para sanar.. y con "sanar," no atribuyo el éxito a el contexto del intento. Se hace para evitar la autodestrucción o, a veces; para animarla. Para pasar el dictado que entes violetas nos recitan al oído, plasmando así placeres y pesares pintados en un personaje inventado a gusto, para así, olvidarse que son de uno, que son parte de nuestra inconsciencia que pide a gritos ahogados a nuestra consciencia que los lleve a la realidad. Para que luego un receptor descifre el mensaje y entonces, solo entonces, ser de importancia. Proyectarse y trascender. Una ridícula necesidad de atención. Porque eso se busca al escribir; hacer un llamado a el interés de un selecto grupo llamado lectores.

Habrá personas que dirán; «¡Hay 'escritores' que no muestran sus palabras!» y entonces yo contestare con una pregunta «¿Es entonces que hay 'comediantes' que no muestran sus bromas?». Ellos solo están llenando un diario para ellos mismos, un acto sincero sin duda. Sinceridad en un mundo en el que la verdad es temida y limitada por nosotros mismos.
Estos hombres, que no son leídos por que no muestran sus creaciones, no deberían ser llamados escritores. Van mas allá del acto en si, sin tener a fin a los receptores, buscan su propio desahogo y descuidan por completo el resultado por benigno o maligno que sea. No se engañan ni pretenden engañar. Aceptan la verdad en sus dos presentaciones.

Pretender escribir es tratar de suicidarse una y otra vez y nunca, nunca lograrlo. Un vulgar masoquismo. Querer hacer solo azul ignorando el rojo al fingir que no existe, aun y cuando nos escupe a la cara.

No se debe escribir por deber. Tampoco por deseo. Se debe hacer bajo la inconsciencia imaginativa.

Es fácil detectar malos escritos o malos escritores, un ejemplo claro son estas míseras palabras. 

Yo no soy escritor, yo aun pretendo ayudar. Los escritores están locos, a mí aun me queda esta puta cordura.